No estás sola mamá

Escrito de Katia Pérez Alvarez.

 

Una mañana cálida y sonora ella cambia, yo cambio, todo cambia. Dejo de oírme, de sentirme y salgo a toda prisa derramando lágrimas de miedo, lágrimas de angustia. Nos tocó, le tocó a ella, nos tocó a nosotras.

Noches sin descansar, alimentos que no huelen ni saben a nada, salvo a tristeza. Ayer yo era feliz, hoy no es que no lo sea, pero mi felicidad ya es otra, teñida de dolor, rabia y fuerza.

Estas palabras igual se quedan en vano, aunque algo me dice que quien me lea, me sentirá, y eso es mucho más que un explícito texto: sentir.

La lucha está siendo dura y solitaria, mi hermana y yo ante el mundo, ante la búsqueda de apoyo, de comprensión, de sensibilización.

¿Qué ocurre en Canarias? Busco federaciones, asociaciones en mi lugar de origen donde poder compartir y apoyarnos en otras familias, ya que una vez abandonas el lugar hospitalario donde has podido sentir la carne trémula del dolor, sólo sientes la temida soledad.

Comienzan las preguntas, la búsqueda de salidas, la lucha de llamadas a veces sin respuesta, la desesperación.

De repente te ves adquiriendo conocimientos de medicina interna, de neurología, de fisioterapia, de logopedia, y un sin fin de ciencias. No sientes apoyo ni las suficientes ayudas, y las que ofrecen son escasas por no decir inexistentes. Y una se pregunta, ¿será igual para todas las personas?

Ella tiene 69 años, mi madre, su segundo ICTUS, éste ha sido un remate a la vida, arrancándole la capacidad de expresarse de forma oral. ¡Oh, cuánto la echo de menos!.

Le robó la movilidad de su pie para caminar, y su mano para volar, sin tan siquiera media palabra, sin susurrarle su intento, así como a veces su capacidad de razonar, pero no le usurpó su consciencia, tan mala consejera a veces, porque vives atrapada. ¿Se puede ser más cruel?

A veces pienso, si le absorbiste las palabras y te llevaste consigo la mitad de su cuerpo, haberte encaprichado también de su consciencia, quizás, tan sólo quizás, me hubiese dolido un poquito menos.

Aunque otras veces también pienso, ser consciente de lo ocurrido hace que tu capacidad de lucha y superación haga magia, pero a un precio muy alto, sufrir, palabra a la que ya no le temo.

A mi hermana, y a ti, mamá.

Katia.

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