Prevención

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Una epidemia que se puede evitar

La mayor parte de los casos de ictus se pueden evitar. Uno de cada seis personas en el mundo sufrirán un ictus, sin embargo, si se controlaran los factores de riesgo se podrían evitar hasta el 80% de los casos, según afirman los expertos. Tal como se recoge en el estudio IMPACTO1, “menos de un tercio de pacientes que han sufrido un ictus isquémico tienen los factores de riesgo controlados. La mayoría de pacientes están recibiendo tratamiento, pero el objetivo sólo se alcanza en uno de cada cuatro. Urge por tanto mejorar la correcta cumplimentación de las medidas de prevención secundaria del ictus. Los factores de riesgo modificables para evitar el ictus isquémico coinciden en gran parte con los factores de riesgo de la enfermedad isquémica coronaria y son de dos tipos: por un lado, los factores de riesgo establecidos como la hipertensión, hiperlipidemia, diabetes mellitus, tabaco, estenosis carotídea, fibrilación auricular, anemia falciforme; y, por otro lado, están los factores potenciales, como son la obesidad, la inactividad física, la intolerancia a la glucosa, la nutrición deficiente, el alcoholismo, la hiperhomocisteinemia, la drogadicción, la hipercoaguabilidad, la terapia hormonal sustitutoria/anticonceptivos, los procesos inflamatorios y la apnea del sueño”.


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Hipertensión: Existe una relación directa entre la hipertensión arterial (HTA) y el riesgo de sufrir un evento isquémico, incluyendo el ictus. De hecho, se estima que el 67% de los pacientes que ha sufrido un ictus tiene elevadas las cifras de presión arterial. La HTA multiplica por cinco el riesgo de ictus y su control podría evitar todos los años el 40% de las muertes por ictus. En la actualidad, se ha establecido como cifras de presión arterial óptimas por debajo140/90 mm Hg y a los diabéticos o con enfermedad renal crónica por debajo de 130/80 mm Hg.

Hiperlipidemia: Las cifras elevadas de colesterol constituyen otro de los principales factores de riesgo del ictus. En nuestro país, se está registrando un incremento de los pacientes con hiperlipidemia.

Fibrilación auricular: Es la arritmia más frecuente, presente en un 1% de la población general y hasta en un 10% en las personas de más de 75 años. El riesgo de accidente cerebro vascular secundario a tromboembolismo por fibrilación auricular es aproximadamente del 3% al 5% por año.

Tabaquismo: Este factor incrementa el riesgo de ictus de 2 a 4 veces y el de enfermedad carotídea en 5 veces.

Diabetes: Los diabéticos presentan un alto riesgo de padecer ateroesclerosis y, suelen presentar otros factores de riesgo aterogénicos, en concreto hipertensión, hiperlipidemia y obesidad.

Prevención

A pesar del impacto establecido de estos factores de riesgo en la aparición de enfermedades cerebrovasculares como el ictus, diversos estudios han revelado el escaso grado de control de los mismos. Entre el 40 y el 50% de los enfermos abandona el tratamiento tras dos o tres años de haber sufrido un infarto cerebral, lo que favorece la aparición de un segundo evento, cuya repercusión será peor que la del primero.
En la actualidad, existen tratamientos preventivos eficaces. En concreto, varios estudios han mostrado el papel de las estatinas tanto en prevención primaria como secundaria para los infartos cerebrales. Estos medicamentos reducen las cifras de colesterol y entre sus efectos beneficiosos destaca el aumento de la circulación cerebral y la capacidad neuroprotectora. Los datos disponibles muestran que las estatinas reducen en un 30% la mortalidad global. En algunos pacientes con ictus, el volumen del infarto no llegó a los 30 centímetros cúbicos, mientras que en aquellos que no tomaban estatinas esta cifra casi se triplicó, alcanzando los 86 centímetros cúbicos.
Asimismo, se dispone de otras terapias eficaces como los anticoagulantes recomendados para el control de la fibrilación auricular en cualquier paciente de más de 75 años o con varios factores de riesgo, los antihipertensivos y los antiagregantes. En el momento del ictus, estudios como el SITS-MOST han demostrado que la trombólisis intravenosa es segura en el uso clínico, abriendo la esperanza para las personas que padece un ictus en España.